“La felicidad no reside en la mera posesión de dinero; reside en la alegría del logro, en la emoción del esfuerzo creativo”. -Franklin D. Roosevelt, primer discurso inaugural
Si el dinero pudiera comprar la felicidad, parece que nuestra sociedad, que está prácticamente obsesionada con el consumo, tendría las personas más felices de la Tierra. Desafortunadamente, este no es el caso. Sin embargo, no significa que el dinero sea incapaz de comprar la felicidad; sólo tenemos que gastarlo de la manera correcta. Según los psicólogos, somos mucho más felices cuando compramos experiencias en lugar de cosas. Y cuanto más podamos involucrar a otras personas en esas experiencias, más contentos estaremos.
Explicación completa
“El dinero no puede comprar la felicidad” es un mantra muy repetido, pero resulta que no es del todo cierto. En realidad podemos comprar algo de felicidad, si gastamos nuestro dinero en las cosas correctas. Entonces, ¿cuáles son los artículos que nos dan la mayor satisfacción? En su mayoría, no son “cosas” en absoluto, sino que son experiencias. Sí, la investigación ha demostrado que las experiencias nos dan mucha más satisfacción tanto a corto como a largo plazo en comparación con los artículos físicos.
Estos hallazgos parecen contradecir la sabiduría convencional, que argumenta que un bien tangible, como un coche nuevo, ofrece más valor personal que, digamos, unas vacaciones, ya que podremos usarlo durante mucho tiempo. Sin embargo, en realidad, la emoción de conseguir un coche o cualquier otro artículo nuevo es de corta duración, porque nos entumecemos con la cosa después de estar alrededor de ella día tras día. Los aparatos, la ropa, e incluso nuestras casas se vuelven simplemente ordinarias después de una exposición constante, y eventualmente se desgastan o se vuelven anticuados.
Las experiencias, por otro lado, ofrecen inherentemente más placer porque sabemos que son sólo temporales y no tienen tiempo para ponerse rancias. Incluso las malas experiencias pueden convertirse en grandes historias y proporcionar recuerdos que a menudo mejoran con el tiempo. Por ejemplo, puede parecer que nuestras vacaciones se arruinan si nos perdemos la salida de nuestro crucero y nos quedamos varados en una ciudad extranjera, pero nos queda una historia increíble de cómo nos las arreglamos para volver a casa, la gente que conocimos en el camino, y cualquier otra desventura que pueda haber ocurrido. Al final, obtenemos una historia entretenida que podemos compartir con nuestros amigos y, un día, incluso podríamos contar a nuestros nietos.
El trabajo del psicólogo Thomas Gilovich muestra que otra razón por la que las experiencias hacen más felices a las personas es porque es menos probable que comparemos el valor de nuestras experiencias con las de los demás, mientras que casi siempre comparamos nuestros bienes con los de los Jones. Como evidencia de esto, Gilovich encontró que muchas personas no están seguras de si prefieren un salario alto si significa que les pagarán menos que a sus compañeros, o si prefieren un salario bajo pero les pagarán más que a sus compañeros. En contraste, la mayoría de la gente preferiría tener cuatro semanas de vacaciones en lugar de dos, incluso si eso significa que sus compañeros tendrían ocho semanas. Esto demuestra que a menudo adquirimos dinero y bienes sólo para superarnos unos a otros, lo que nunca es muy satisfactorio porque siempre hay alguien que nos supera.
Por el contrario, nuestra motivación para tener experiencias es mucho más inocente, normalmente sólo queremos pasarlo bien.
Además, Ryan Howell, otro psicólogo que estudia la relación entre la felicidad y las posesiones, dice que obtenemos mayor satisfacción de casi todo en la vida cuando podemos compartirlo con otras personas. Por lo tanto, las experiencias, que a menudo involucran a otras personas, tienden a llevar a más felicidad que los bienes, que a menudo compramos sólo para nosotros mismos. Incluso si nos embarcamos en un viaje en solitario, las personas que encontramos mientras esperamos en las colas, en el avión y en otros lugares, nos dan la tan necesaria oportunidad de conexión humana. Si tenemos la suerte de tener una experiencia con alguien que conocemos, lo más probable es que nos acerquemos más a esa persona y fomentemos una relación más profunda. Son estas conexiones humanas cercanas las que finalmente nos llevarán a una felicidad aún mayor.
Si todavía queremos comprar cosas, debemos elegir cosas que nos den la oportunidad de experimentar, como la compra de una cámara para observar aves. Y si nuestras compras nos ayudan de alguna manera a interactuar con otras personas, entonces eso es aún mejor. En última instancia, es la combinación de experiencias y relaciones interpersonales lo que nos lleva a la satisfacción, así que cuanto más podamos usar nuestro dinero para conseguir esas experiencias, más cerca estaremos de “comprar” la felicidad.
Más información
El Atlántico: Comprar experiencias, no cosas.
ScienceDaily: Las experiencias hacen a la gente más feliz que los bienes materiales.
CNN: Estudio: Las experiencias nos hacen más felices que las posesiones