De 1940 a 1960, el gobierno canadiense en Quebec, junto con la Iglesia Católica, diagnosticó falsamente a miles de niños con enfermedades mentales, para que pudieran ser colocados en instituciones dirigidas por la Iglesia. Muchos de los huérfanos fueron arrebatados por la fuerza a sus madres por los católicos porque sus padres no estaban casados. Además, muchos de ellos fueron abusados, y algunos pueden haber sido objeto de experimentos médicos.
Explicación completa
A partir de la década de 1940 y hasta la década de 1950, el gobierno canadiense de la provincia de Quebec conspiró con la Iglesia Católica para enviar a miles de niños huérfanos a instituciones administradas por la Iglesia al diagnosticarles falsamente enfermedades mentales. Se les conoce como los Huérfanos Duplessis, llamados así por el Primer Ministro de Quebec Maurice Duplessis, que estuvo en el poder durante su encarcelamiento. Algunos de los niños fueron abandonados por sus padres pero muchos fueron llevados a la fuerza por la Iglesia porque eran “hijos del pecado”, bebés nacidos fuera del matrimonio.
La razón principal de este esquema es simple y universalmente entendida: el dinero. Se dieron fondos adicionales del gobierno federal canadiense a instituciones que cuidaban a niños enfermos mentales y Duplessis y la Iglesia querían todos los dólares que pudieran conseguir. Así que se dijo que casi todos los huérfanos tenían enfermedades mentales y fueron enviados a manicomios. Cuando se llenaron, los orfanatos existentes fueron convertidos, para tener más camas disponibles para los “enfermos mentales”.
Además, muchos de los niños sufrieron constantes abusos físicos, emocionales y sexuales a manos de las monjas y sacerdotes que dirigían las instituciones. Se dice que algunos de los huérfanos también fueron víctimas de experimentos médicos, como la terapia de electrochoque y las lobotomías. (Un superviviente, Paul St. Aubain, declaró: “Estaban experimentando conmigo. Yo era un prisionero”). Muchos de los que fueron experimentados pueden haber muerto, con un huérfano diciendo que transportó al menos 60 cadáveres: “Algunas de estas personas murieron en la mesa de operaciones. Algunos habían estado enfermos y otros se habían suicidado”.
En 2002, un grupo de unos 1.100 huérfanos supervivientes se estableció con el gobierno de Quebec, recibiendo 25 millones de dólares en concepto de indemnización, con el requisito de que no intentaran demandar a la Iglesia Católica. Sin embargo, hasta el día de hoy, ni el gobierno de Quebec ni la Iglesia Católica han presentado disculpas por las 20.000 vidas que destruyeron.
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