“Todo este alboroto por dormir juntos. Por placer físico prefiero ir al dentista cualquier día.” -Evelyn Waugh
Poco después de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. y Guatemala llevaron a cabo un estudio secreto sobre los efectos de la penicilina en varias enfermedades de transmisión sexual, especialmente la sífilis. ¿La razón por la que se mantuvo en secreto? Los sujetos no sabían que estaban siendo infectados, porque nadie les informó de los experimentos. A las prostitutas infectadas con ETS se les pagaba para que transmitieran sus enfermedades y, si no tenían éxito, los médicos infectaban manualmente a los sujetos, vertiendo la bacteria en las heridas abiertas o inyectándola en sus espinas dorsales.
Explicación completa
En 1941, la penicilina se utilizó para tratar una infección por primera vez en la historia. Naturalmente, el mundo estaba buscando otros usos para esta maravillosa droga. Los Estados Unidos querían ver si el tratamiento funcionaría para los afectados por una enfermedad de transmisión sexual. Para ello, se utilizaron fondos de los Institutos Nacionales de Salud para contratar a John Charles Cutler, el médico que más tarde sería la fuerza impulsora de los experimentos sobre la sífilis de Tuskegee. El Dr. Thomas Parran Jr., el Cirujano General de los Estados Unidos, concluyó que los experimentos no podían realizarse en suelo americano, así que se seleccionó otro país: Guatemala.
Se contactó con varios funcionarios de salud guatemaltecos, y se estableció un estudio para comenzar en 1946. Los médicos contrataban prostitutas infectadas con gonorrea, chancro o sífilis. (La sífilis era el principal objetivo de los experimentos.) Las mujeres serían utilizadas para infectar a los hombres inconscientes que luego podrían ser estudiados para ver si la penicilina tenía algún efecto en el tratamiento de la enfermedad. También le dieron penicilina a algunos hombres antes de que se acostaran con las prostitutas, para ver si podía ayudar a prevenir la contracción. El estudio pudo continuar durante tanto tiempo porque los hombres infectados estaban entre los más bajos de la sociedad guatemalteca: soldados, prisioneros y enfermos mentales.
Los experimentos continuaron hasta 1948, después de que 1.300 personas se infectaran con una ETS. Sólo 700 de ellas fueron tratadas por su enfermedad. Al menos 83 personas murieron como resultado del estudio y un número desconocido quedó permanentemente herido de por vida. (La sífilis, si no se trata, puede llevar a la ceguera, la locura e incluso la muerte). Hubo algunos casos en el estudio que fueron aún más impactantes, especialmente considerando que el juicio de los médicos estaba en curso en Nuremberg. Siete mujeres con epilepsia fueron inyectadas con sífilis, afirmando que creían que curaría la epilepsia. (No lo hizo.) Otra mujer, con una enfermedad terminal no relacionada, fue infectada con gonorrea colocada en su ojo solamente porque los doctores querían ver que pasaría si ella tuviera otra enfermedad.
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